sábado, 14 de abril de 2012

Nadie sabe para quién escribe

Pensé que este sábado sería como los últimos; sin embargo por alguna exótica razón comencé a hurgar en cajones viejos; me encontré con fotos que no había visto, fue menos el morbo que las ganas de seguir buscando, pasé rápido sobre los rostros desconocidos, terminé por aburrirme.

Entonces me acordé de ella, su rostro no estaba en ninguna de las imágenes anteriores ¿dónde estaba aquella mujer que en su momento me quitó el sueño? No recordaba su nombre, San Google tendría la respuesta, unas hojas por aquí, otras por allá ¡Bingo! ahí estaba.

Comencé a leerla, tendría más de un año que no meticheaba entre sus cosas, solía leerla buscando indicios de algo, interpretar entre líneas, en algún tiempo sus escritos alimentaron mi celo.

Me descubrí en sus imágenes, ahí estaba yo, más joven tal vez, más limpia, pero era yo, me encontré entre sus oraciones simples y subordinadas ¡la quise tanto! Miré los muñoncitos de mi cuerpo -bordecitos de piel regenerada sobre las heridas- ella los tenía también, continué leyendo, me gustaría citar algunas de sus fraces pero eso dejaría al descubierto mi voyerismo, y no me permito tal falta de glamour; ha estas alturas de mi vida le perdono todo, pues jamás tuvo culpa, admito -incluso- que la quiero.

Nadie sabe para quién escribe, hoy escribí para y por ella.


No era yo, era una cosa en mi

Resulta que me sentía horrible, animicamente deprimida, y cansada, además un intenso dolor comenzó a apoderarse de mi cuerpo. Sinceramente todo lo atribuí a mi estado de ánimo, no suelo enfermarme, sólo me entristezco de vez en cuando, así que, cómo saber que mi cuerpo ahora sí estaba mal.

Se trataba de un cuerpo, cosa, algo, sin nombre ni forma (o por lo menos no se la vi) que estaba creciendo dónde no debía, y mi cuerpecito comenzó a avisarme que aquella cosa extraña lo había tomado.